Perlas de conocimiento IV
Los elfos nobles, dirigidos
por Dath’Remar, abandonaron Kalimdor y desafiaron las tormentas de la Vorágine.
Sus flotas recorrieron las ruinas del mundo durante muchos años, descubriendo a
su paso nuevos misterios y reinos perdidos. Dath’Remar, que había adoptado el
nombre Caminante del Sol (“o el que camina de día”), buscó lugares aptos para
construir en ellos un nuevo hogar para su gente.
Su flota finalmente desembarcó
en las playas del reino cuyos habitantes denominaron Lordearon. Tomando
posiciones en tierra, los elfos nobles fundaron su sede en los tranquilos claros
de Tirisfal. Transcurridos unos años, algunos de ellos empezaron a enloquecer.
Existía la teoría de que bajo aquellas tierras se ocultaba una fuerza maligna,
pero estos rumores nunca se confirmaron. Los elfos nobles llevaron su
campamento a otra parte y se dirigieron al norte en dirección a otras tierras
ricas en energías naturales.
Durante el trayecto de los
elfos nobles por las escarpadas montañas de Lordaeron, el viaje se hizo cada
vez más peligroso. Puesto que fueron totalmente privados de las magias del pozo
de la eternidad, muchos de ellos empezaron a enfermar a causa del gélido clima
o de hambre. Sin embargo, el hecho más desconcertante era que ya no eran
inmortales ni inmunes a los elementos.
También encogieron de tamaño y
su piel perdió la tonalidad violeta que los caracterizaba. A pesar de las
penurias, conocieron maravillosas criaturas jamás vistas en Kalimdor. Así mismo
encontraron tribus de humanos primitivos que cazaban en los bosques. No
obstante, la mayor amenaza que los acechaba la constituían los voraces y
maliciosos trols del bosque de Zul’aman.
Estos trols con piel
recubierta de musgo tenían el poder de regenerar sus miembros mutilados y curar
graves heridas físicas, pero conformaban, sin duda, una raza maligna y bárbara.
El imperio Amani se extendió por la mayor parte del territorio del norte de
Lordaeron y los trols lucharon incansablemente para mantener a los forasteros
lejos de sus tierras. Los elfos desarrollaron una profunda aversión por los
trols y los mataban siempre que podían.
Transcurridos unos años, los
elfos nobles encontraron una tierra que les recordaba a kalimdor. En el
interior del bosque que había al norte del continente, fundaron el reino de
Quel’Thalas y prometieron fundar un vasto imperio que eclipsaría al de sus primos
kaldorei. Desafortunadamente, Quel’Thalas había sido construida sobre una
antigua ciudad trol que esta raza aun consideraba sagrada. Casi de inmediato,
los trols empezaron a atacar en masa a los asentamientos de los elfos.
Los tozudos elfos, que no estaban
dispuestos a ceder su nuevo territorio, utilizaron la magia que habían obtenido
del pozo de la eternidad y mantuvieron a raya a los salvajes trols. Liderados
por Dath’Remar, pudieron derrotar a las bandas de guerra amani, que eran diez
veces más numerosas. Algunos elfos, que recordaban las antiguas advertencias de
los Kaldorei, temían que el uso de la magia pudiera atraer la atención de la
desterrada legión Ardiente.
Por ello, decidieron proteger
sus tierras con una barrera que les permitiera seguir desarrollando sus
encantamientos. Construyeron una serie de runas monolíticas en varios puntos de
los alrededores de Quel’Thalas, marcando las fronteras de la barrera mágica.
Las runas no solo encubrían la magia de los elfos ante amenazas
interdimensionales, si no que les ayudaba a ahuyentar las supersticiosas bandas
trol.
Transcurrido cierto tiempo,
Quel’Thalas se convirtió en un bello monumento a los esfuerzos de los elfos
nobles ya sus hazañas mágicas. Sus hermosos palacios fueron construidos
siguiendo el estilo arquitectónico de las antiguas salas de Kalimdor, si bien
se entremezclaban con la topografía natural de la tierra. Quel’Thalas se había
convertido en una joya que los elfos siempre habían deseado crear.
A continuación, se creó la
asamblea de Lunargenta, para gobernar Quel’Thalas, si bien la dinastía de los
caminante del sol conservaba cierto poder político. Compuesto por siete elfos
nobles mayores, la asamblea se encargo de velar por la seguridad de la tierra
de los elfos y de sus gentes. Rodeados por su barrera protectora, los elfos
nobles hicieron caso omiso a las advertencias de los Kaldorei y continuaron
usando la magia con total libertad en todos los aspectos de su vida.
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