martes, 20 de octubre de 2015

PERLAS DE CONOCIMIENTO II. LEYENDA PANDAREN.

Perlas de conocimiento II

En cierta ocasión, un señor de la guerra mogu se volvió lo bastante poderoso para amenazar a todo el bosque de jade.

“¡Reconstruiré el imperio mogu!”. Proclamó ante las puertas del templo del dragón de Jade. “Y los vuestros volveréis a dedicaros a servir”

Desde las almenas se escuchó la voz de un solo monje: “¿A cuántos mogu traes para retarnos?”

“¡tengo un ejército de cien mogu!”, desafió orgulloso el señor de la guerra.

“Pues tras estos muros tenemos quinientos”, dijo el monje, confiado.

El ejército mogu se empezó a inquietar y comenzó a cuestionar a su líder. Al final, sus corazones se llenaron de dudas y todo el ejército huyó.

¡El señor de la guerra estaba furioso! Abandonó el templo y buscó a sus aliados mogu. Tras muchas discusiones, amenazas, promesas y oraciones, el mogu volvió a reunir a su ejército.

Ante las puertas del templo del dragón de Jade, el señor de la guerra mogu gritó: “Traigo a seiscientos mogu para desafiar a tus quinientos míseros defensores”.

Desde las almenas se escuchó la voz de un solo monje: “¿No habíamos mencionado que cada uno de nuestros monjes tiene un dragón oculto que se alimentan de mogu? ¡Siempre están hambrientos!

Como respuesta, el ejército mogu volvió a disolverse, dudando de su determinación y escondiéndose en el interior de la región.

¡El señor de la guerra estaba furioso de nuevo! Intentó volver a reunir a sus tropas. Pasaron muchos años, pero volvió, y esta vez con una legión de mogu y quilen y armas robadas de las tumbas de sus antiguos emperadores.

“¡Arrodillaos, suplicantes!, traigo mil mogus y quinientos quilen a vuestras puertas. Tengo armas mágicas y poderes oscuros que invocar”

Desde las almenas se escuchó la voz de un solo monje: “¿Y ya habéis encontrado a nuestro espía? Es de los más listo”.

En ese momento los soldados emepzaron a mirarse los unos a lso otros. Todos sospechaban que alguien podía ser un espia. Entre los mogu no existe la confiaza, solo la fuerza y la agresividad.

La guerra se desató ante el templo de Jade cuando los mogu empezaron a matarse entre sí, liberando toda la fuerza de sus dudas, el temor, el odio, la violencia y la desesperación.

Cuando el humo se disipo solo quedo el señor de la guerra ante sus puertas. Había matado a muchos de sus antiguos aliados, y se quedó sin amigos que le ayudaran a reclamar el trono.
Del templo del dragón de jade salió un solo monje pandaren que observo la escena de la batalla y se dispuso a limpiar el desastre.

“¿Dónde está tu ejercito?”, preguntó el señor de la guerra.


“Lo has traído contigo”, le dijo el monje con una sonrisa. “Amigo, si vas a asestar el primer golpe, ya has perdido”

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