domingo, 21 de diciembre de 2014

PERLAS DE CONOCIMIENTO I. LEYENDA GRÚMEL.

Perlas de conocimiento I


Hace tiempo, bajo la colina, vivía una criatura llamada Trogg. Merodeaba bajo las cuevas y túneles de las montañas, explorando y olisqueando, y no se quejaba. Un día conoció a un mogu.

“Tienes una brazos muy fuertes”, le dijo el mogu al trogg. “Utilizare mi magia para hacerte más fuerte y así podrás machacar a mis enemigos”

“Y que nariz más poderosa tienes”, Le volvió a decir. “Debería usar mi magia para darle más poder y que pueda oler a mis enemigos”

“Y que gran sentido de la orientación tienes”, le dijo de nuevo al trogg. “Utilizare mi magia para que nunca olvides un rastro y así puedas aprender las rutas de mis enemigos”.

El mogu utilizó las mismas aguas del valle de la flor eterna para convertir a esa criatura en un arma. Cuando el humo y el polvo se disiparon, ¿Qué vio el mogu? A un Grúmel ahí plantado alegremente.

“Con esos brazos fuertes, una nariz poderosa y una mente que nunca olvida un rastro”, le dijo el mogu al grúmel, “Lleva esta comida de las granjas del este a la muralla del oeste. Encuentra los rastros entre medias y háblame de los enemigos que te encuentres”

Y así partió el grúmel, con sus robustos brazos, su gran nariz y su mente que nunca olvida un rastro en busca de “enemigos”, tal y como los había llamado el mogu. Al final comida entregó y rastros buscó, pero a ningún enemigo halló.

“¿Hay noticias de mis enemigos?” Dijo el mogu al grúmel. “¿Se ocultan en los pasos de las montañas? ¿Se esconden en las cuevas cerca del rio? ¿Se esconden en los campos de las granjas?”

El grúmel pestañeó y pensó. Pensó y pestañeó y al final habló. “Olfateo con la nariz y veo con el ojo, pero no he descubierto a tus enemigos. En las montañas vi hozen, cavando sus pequeños túneles. En las cuevas, cerca del rio, vi jinyu, hablándole a sus aguas. En los campos, vi a los pandaren, bailando una danza muy graciosa.

El mogu reflexionó y se tranquilizó.

El grúmel partió en muchas ocasiones y cada vez que retornaba el mogu le planteaba la misma pregunta. Y el grúmel siempre respondía lo mismo.

De lo que no se percataba el mogu era que los hozen construían un túnel que los conduciría mas allá de sus defensas, los jinyu escuchaban las aguas para saber por dónde atacarían los mogu cuando empezara al rebelión, y los pandaren no bailaban, entrenaban para luchar sin armas.

Cuando empezó la rebelión, la sorpresa del mogu se convirtió en indignación.

“Dijiste que no habías hallado a ninguno de  mis enemigos”, increpó el mogu al grúmel.


Con una sonrisa burlona, el grúmel le dijo al mogu: “Yo vi lo que quise ver. Y tu escuchaste lo que quisiste escuchar”.

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