Perlas de conocimiento I
Hace tiempo, bajo la colina,
vivía una criatura llamada Trogg. Merodeaba bajo las cuevas y túneles de las
montañas, explorando y olisqueando, y no se quejaba. Un día conoció a un mogu.
“Tienes una brazos muy
fuertes”, le dijo el mogu al trogg. “Utilizare mi magia para hacerte más fuerte
y así podrás machacar a mis enemigos”
“Y que nariz más poderosa
tienes”, Le volvió a decir. “Debería usar mi magia para darle más poder y que
pueda oler a mis enemigos”
“Y que gran sentido de la
orientación tienes”, le dijo de nuevo al trogg. “Utilizare mi magia para que
nunca olvides un rastro y así puedas aprender las rutas de mis enemigos”.
El mogu utilizó las mismas
aguas del valle de la flor eterna para convertir a esa criatura en un arma.
Cuando el humo y el polvo se disiparon, ¿Qué vio el mogu? A un Grúmel ahí
plantado alegremente.
“Con esos brazos fuertes, una
nariz poderosa y una mente que nunca olvida un rastro”, le dijo el mogu al
grúmel, “Lleva esta comida de las granjas del este a la muralla del oeste.
Encuentra los rastros entre medias y háblame de los enemigos que te encuentres”
Y así partió el grúmel, con
sus robustos brazos, su gran nariz y su mente que nunca olvida un rastro en
busca de “enemigos”, tal y como los había llamado el mogu. Al final comida
entregó y rastros buscó, pero a ningún enemigo halló.
“¿Hay noticias de mis
enemigos?” Dijo el mogu al grúmel. “¿Se ocultan en los pasos de las montañas?
¿Se esconden en las cuevas cerca del rio? ¿Se esconden en los campos de las
granjas?”
El grúmel pestañeó y pensó.
Pensó y pestañeó y al final habló. “Olfateo con la nariz y veo con el ojo, pero
no he descubierto a tus enemigos. En las montañas vi hozen, cavando sus
pequeños túneles. En las cuevas, cerca del rio, vi jinyu, hablándole a sus
aguas. En los campos, vi a los pandaren, bailando una danza muy graciosa.
El mogu reflexionó y se
tranquilizó.
El grúmel partió en muchas
ocasiones y cada vez que retornaba el mogu le planteaba la misma pregunta. Y el
grúmel siempre respondía lo mismo.
De lo que no se percataba el
mogu era que los hozen construían un túnel que los conduciría mas allá de sus
defensas, los jinyu escuchaban las aguas para saber por dónde atacarían los
mogu cuando empezara al rebelión, y los pandaren no bailaban, entrenaban para
luchar sin armas.
Cuando empezó la rebelión, la
sorpresa del mogu se convirtió en indignación.
“Dijiste que no habías hallado
a ninguno de mis enemigos”, increpó el
mogu al grúmel.
Con una sonrisa burlona, el
grúmel le dijo al mogu: “Yo vi lo que quise ver. Y tu escuchaste lo que
quisiste escuchar”.
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